“Libranos Señor de todo mal”
Lo demás era muerte y sólo muerte.
La cogida y la muerte, Federico García Lorca
Dios susurra y habla a la conciencia a través del placer, pero le grita mediante el dolor: el dolor es su megáfono para despertar a un mundo adormecido. Hoy en día a ese megáfono se le llama ‘Fuerza Nueva’.
Es muy importante no perderse de la tradición porque ahí es donde está la esencia, el mensaje, la base. Sobre ella puedes ir a cualquier sitio y escapar, pero sin dejar nunca esa raíz porque, en definitiva, la identidad, el olor y el sabor del flamenco están ahí, exponía Paco de Lucía (1947–2014). ‘Fuerza Nueva’ goza de esta tradición beatífica del Flamenco, el de Andalucía, de Extremadura y la Región de Murcia también; de la música de los moriscos a la sefardí, de los secretos de los hombres distinguidos de sombrero negro provenientes de los reinos medios de la india al dolor de las vìrgenes ibéricas, porque aquél que sabe de dolor todo lo sabe. ‘Fuerza nueva’ es dolor y es tradición.
‘Los Planetas’ se alían con ‘El Niño de Elche’ y forman ‘Fuerza Nueva’ en un álbum de loores proletarios para destruir prisiones a través de una nueva teología de la liberación. Bendito sea el caos, porque es síntoma de libertad y siempre derrota al orden porque está mejor organizado. En ‘Fuerza Nueva’, auscultamos esa organización, esa amalgama de cacofonías entre el Pop y el Flamenco, en una cofradía donde ninguno manda, sino que mandan todos. ‘Fuerza Nueva’ es orden y es caos.
Un álbum de una sensibilidad plañidera que vine a representar el testimonio objetivo de la grandeza y la excelencia de la poesía. Lo objetivo del Pop y del Flamenco aparecen aquí, el dolor y la cuña, en forma tan evidente, que esta visión proviene no ya de la fusión armónica, sino de esos atributos excepcionales de cada artista, en un trance de participación activa en la presencia de la música, en la presencia de Dios. Fuerza Nueva es Eternidad.
‘Fuerza Nueva’: Los Planetas + ‘El Niño de Elche’ = el transplante de lo subjetivo a lo objetivo, esta transformación de la voluntad creadora en gozo y contemplación, como llegado al punto de “Los Campanilleros”: “A la puerta de un rico avariento / Llegó Jesucristo y limosna pidió / Anigual de darle la limosna / Los perros que había se los achuchó / Y Dios permitió / Que al momento los perros murieran / Y el rico avariento pobre se quedó”; que muestra la virtud de la poesía y la voluntad, cuando ella todo lo gobierna y lo enajena, o en “Santo Dios”: Santo Dios / Santo fuerte / Santo inmortal / Líbranos señor de todo mal”, que representa el resultado del predominio de una vocación mística sobre toda forma de inspiración natural. ‘Fuerza nueva’ es el ropaje deslumbrante de la poesía.
La manifestación del valor de la hermosura, respondan Ustedes sino, más que un propósito estético es el sentido de la enajenación, la del alcohol, tan peculiar en los místicos, y aquí lo poético no es fruto de una creación deliberada; es lo encontrado al fondo del vaso y a los pies de un crucifijo, lo murmurado en una marcha fúnebre o una procesión del silencio, lo revelado en esa holgura que tiene el polvo al elevarse, ese vuelo de unión espiritual. ‘Fuerza nueva’ es droga.
Debido a que ‘La Niña de Puebla’ (1909-1999) ya había encontrado vocación en la primera versión de “Los Campanilleros”, podríamos decir que ‘Fuerza nueva’ es más poesía increada, encontrada en un trance de unión, en ese momento de revelación que la música ha dado. Fuerza nueva es ver reflejado el dolor del pasado, lo que en su sonido inefable es para el escucha participación in absentia en la presencia del perdón, lo que señala el punto culminante de la experiencia mística del álbum, donde se produce también el olvido, como estado en que la criatura amarga es llevada a los sonidos de lo inexplicable. ‘Fuerza eterna’ es la anarquía del sufrimiento.
Por Mixar López.