PERLITA, según un periodista británico es “como Hot Chip pero con Freddie Mercury de frontman”. El trío gaditano ha despachado un trabajo gigante, que tiene mucho hot, tiene mucho tempo y tiene mucho down. En el disco suenan pop, ecos de la música popular andaluza, voces japonesas, cajas de ritmos, sintetizadores y versos de Juan Ramón Jiménez.
Perlita bascula entre el Puerto de Santa María, Cádiz y Lavapiés. Esto podría definir un género en sí mismo, pero aún no aparece en Wikipedia. Su música habla muchos idiomas, algunos de ellos inventados. Hay algo en su música que trae ecos del sur. Del sur de los grupos de psicodelia andaluza, pero también del humor gaditano, de los carnavales y de las ondas de radio que cruzan el estrecho desde África y asoman en las playas del Golfo de Cádiz.
El trío lo componen Pedro y Esteban Perles y Calde Ramírez. Los tres fueron también parte de los recordados Ledatres, y los hermanos Perles fueron banda mágica de Bigott, pero también acompañaron a Paco Loco o Josh Rouse entre otros muchos. Cuando se unieron para conformar Perlita decidieron explorar otros mundos, mundos en los que había más sintetizadores y cajas de ritmo, donde había percusiones asilvestradas y melodías maravillosamente pop. Este nuevo camino fraguó en su album debut, Cangrejo Yeti, y les llevó a girar en directo hasta terminar en Japón, donde Flake Records, con sede en Osaka, lanzó el disco.
Un año después volvieron al estudio, volvieron al Puerto de Santa María, y grabaron este Caballo Rojo. Pop electrónico hecho con la mente abierta, con amor por la poesía de las pequeñas cosas y con una producción que va mutando a lo largo de todo el disco, desde un sofisticado acompañamiento que mece unos preciosos versos hasta un sonido crudo y contundente que lanza proclamas casi dadaístas, como un poeta gritando sobre una duna en una rave. Y todo este viaje se completa cuando ves a la banda en sus demoledores directos.
No hay caballos rosas en el infierno…
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