KEVIN MORBY publica su nuevo disco “Sundowner”, dedicado al síndrome del ocaso.
Sun·down·er /ˈsənˌdounər/ (sustantivo) – Persona que experimenta una melancolía creciente durante las horas de ocaso.
En 2017, Morby regresó desde Los Angeles a una casa vacía en su natal Kansas City. El hecho de regresar a Kansas supuso una extraña yuxtaposición con la aventurera y caótica vida de un músico de gira. Sin embargo, cuando menos, para Morby “por primera vez en mi vida adulta, me sentí feliz de tener una casa en la que podía cerrar la puerta, sin otras tentaciones más que componer canciones y reflexionar sobre todo lo que había construido hasta ese momento”. Aún hechizado por el desierto californiano, Morby pasó el invierno decorando su casa de la mejor forma que supo, con los recuerdos de su anterior hogar: cactus, aloe vera y cubriendo las paredes con madera de pino, lo que le valió el sobrenombre de The Little Los Angeles.
Durante aquel verano, el aislamiento de Morby cambió un poco cuando Katie Crutchfield empezó a visitarle. A veces pasaba allí semanas, llevando a su lado una vida tranquila -su amor fue moldeándose en aquel tranquilo refugio lejos de sus vidas en la carretera. Compartieron multitud de cosas, incluida una mutua melancolía que solía acrecentarse todos los días al atardecer. Así que empezaron a definirse a sí mismos como “sundowners”.
La nueva colección de canciones que se acabaría convirtiendo en Sundowner llegó sin esfuerzo y Morby hizo lo posible para no alterar las canciones como éstas iban surgiendo. En su estudio casero, aprendió técnicas básicas de grabación. Al no tener sistema de calefacción ni refrigeración, estaba sujeto a los elementos -el cálido y abstracto verano y el gélido invierno de Kansas-. Pasó muchas horas trabajando en su cuatro pistas Tascam 424. “Compuse todo el disco con los cascos puestos, encorvado encima del Tascam, grabando mi voz y la guitarra, dejándome llevar por la calidez de la cinta, como si hubiera otra versión de mí mismo viviendo ahí dentro, cantándole al yo de aquí fuera”, recuerda Morby. “Estaba hechizado por la magia del cuatro pistas, no solo como un aparato de grabación, también como si fuera un instrumento en sí mismo. Acabó convirtiéndose en el coautor de las canciones”.
Para afrontar el proceso de grabación, Morby y el productor Brad Cook eligieron el estudio Sonic Ranch de Texas, y se marcharon allí en enero de 2019 con la intención de grabar el disco lejos de cualquier litoral, en el mismo corazón de América. “Mi objetivo era capturar la cadencia de aquello que descubrí en el cuatro pistas, pero hacerlo en tres dimensiones. Brad me pareció la persona perfecta para llevarlo a cabo”, recuerda Morby. Aparte del bajo y algunos teclados tocados por Cook, Morby tocó el resto de los instrumentos en el disco: guitarra solista, melotrón y el arma secreta del disco, un armonio ligeramente desafinado. En la última parte de la grabación, James Krivchenia se unió para grabar batería y percusiones”.
Después de la grabación en Sonic Ranch, Morby se embarcó en la gira de Oh My God, y Sundowner permaneció inalterable en un disco duro del estudio. No volvió a ver la luz hasta que Morby, junto a prácticamente el resto del mundo, se vio confinado en su casa en marzo de 2020. Entonces, Brad, Jerry Ordonez (de Sonic Ranch) y Morby trabajaron desde sus respectivas casas, enviando sus opiniones sobre cómo tenían que sonar las mezclas y, poco después, Sundowner estaba acabado.
Morby explica un poco más del disco: “Es una representación del aislamiento. Del pasado. De un futuro incierto. De provisiones. De un presagio. De un ciervo muerto. De un icono. De un hotel rural de Kansas dedicado a Los Angeles. De hogueras ondulantes, una sirena y una autopista alineadas en el pelo de un conejo. Una representación del agitado sentimiento que produce el cielo rosa anunciando que otro día llega a su fin cuando las luces de las farolas y de las casas se encienden”.
Photo Credit: Johnny Eastlund